Cualquier proceso de evolución implica
cambio, tanto a nivel biológico, como personal o social. La oruga que quiere convertirse en mariposa debe atravesar una crisis en el interior de su
crisálida.
De la misma manera, las personas y los grupos sociales necesitan de las crisis o cambios para evolucionar. Para ello, el primer paso es hacer diagnóstico de la situación.
Pero los diagnósticos no son fáciles de realizar. No son fáciles de realizar con las máquinas o aparatos que se estropean, con los fenómenos naturales como terremotos o el cambio climático, con una enfermedad, cuanto menos lo son cuando estamos trabajando con la mente y las emociones de las personas.
¿Por qué es tan difícil hacer diagnósticos con las mentes de las personas?
Las mentes y las emociones de las personas son algunos de los sistemas más complejos que existen. Existen algunas actitudes y emociones en los seres humanos que bloquean el diagnóstico. Son mecanismos de defensa que nos protegen del dolor y el sufrimiento, pero que no permiten ver con claridad el estado en el que se encuentran las personas.
La emoción que más interfiere en el diagnóstico de la mente humana es el miedo. El miedo es uno de los motus o motores (motivaciones) más poderosos de las acciones humanas. Esta emoción es muy difícil de detectar ya que se camufla y disfraza convirtiéndose en otras emociones, pero que en el fondo son disfraces del miedo. El orgullo, la arrogancia, la ira... varios de los que conocemos como pecados capitales son emociones y actitudes que camuflan el miedo.
Por otro lado la actitud que más obstaculiza el diagnóstico es el juicio. Cuando hacemos diagnóstico sobre personas, el juicio nos impide ser objetivos, y nos lleva a otras emociones como son la culpa, la cual no se debe confundir con la responsabilidad, la ira, o el odio.
El estudio de las emociones es milenario. Ya en la antigüedad filósofos como Buda, Patanjali o el mismo Pitágoras nos hablaban de las emociones. En la psicología de occidente, el gran revolucionario ha sido Daniel Goleman con sus publicaciones sobre la Inteligencia Emocional que han revolucionado nuestra percepción sobre la inteligencia y las pasiones humanas.
Como ya he explicado en algunos de mis anteriores posts, para diseñar un plan de intervención en asuntos tan difíciles como el terrorismo, debemos recurrir a expert@s en mediación, psicología, sociología, antropología... ya que son quienes pueden entender el origen de los conflictos, realizar un diagnóstico y proceder a diseñar este plan de intervención, alejados del juicio y el prejucio, del odio, de la ira...
Cuando queremos resolver asuntos propios también debemos ponernos en manos de profesionales expertos como psicólog@s, terapeutas o coaches, que son quienes nos van a ayudar a detectar nuestros bloqueos, miedos o justificaciones. Nuestr@s amig@s nos pueden ayudar hasta cierto punto, pero en una relación de amistad hay demasiada implicación como para ayudar a una persona desde fuera del juicio o sin implicación emocional.
Al igual que llevamos nuestro vehículo al mecánico, no debemos dudar en recurrir a l@s mecánic@s de la mente y las emociones.